Entrada cuatro: A- ERRE
Lina
1/14/2025

Mi habitación es tan propia, tan sola, tan mía, que aunque a veces quisiera dejar entrar a alguien, no cabe.
Está hecha a la medida de mis rodillas, del nudillo en el índice derecho, de la bisagra entre mis escápulas y hombros, y de ese rinconcito donde la cadera encuentra mi pierna izquierda.
Con los años, fue estrechándose. Para ser honesta, yo lo hice, apilando cosas que no veía, pero que pesaban. No me daba cuenta entonces, pero ella sí y me lo advertía: mandíbula apretada, estómago enredado, hombros pesados y una garganta incapaz de gritar y tragar.
Me preguntaba cómo y cuándo mi refugio se convirtió en prisión.
Entonces comencé a agrietarla. Los labios partidos. Las uñas quebradas. La piel en el piso. Eran intentos por sacarle espacio, aunque no sabía cómo hacerlo sin dañarme.
Hace un año mi habitación se rebeló por primera vez. Fue después de un sueño que llegó como un golpe sordo. Y descaradamente me sentí traicionada, cuando yo la había traicionado primero.
Supongo que se hartó de acumular mis recuerdos, mi culpa, mi historia no dicha. Me obligó a mirarla de frente y me exigió limpieza.
No sabía si era capaz de dársela, porque limpiar duele. Y yo no sé lidiar con el dolor que no tiene un lugar.
Pero lo intenté, y lo intento. Ahora, para su suerte tiene 360 lugares donde habitarme de por vida. Cada uno es un punto de mi cuerpo que quiero aprender a aceptar y cuidar.
Mi habitación es tan propia que no puede compartirse, y aunque eso me llena de tristeza, hoy, por fin, entiendo que me debía esa tristeza. Tal vez si la dejo salir, aunque sea un poco, haré espacio para algo que anhelo: mi versión más ligera, más libre, más mía.


Entrada cuatro: A- ERRE
Lina
14/01/2025

